Hubo un tiempo en mi vida en el que estuve confundido y perdido, fue entonces cuando me topé con un hombre extraordinario y desde ese momento, nunca más he sido el mismo.
Hay una chispa en sus ojos que ilumina mi vulnerabilidad, que hace que mis inseguridades desaparezcan; una chispa que me reconforta.
El sonido de su voz estremece mis sentidos, me llena de inspiración; afirma mis pasos mientras camino hacia mi destino.
Puedo confiarle con franqueza todos mis secretos, mis quejas, mis suspiros y los susurros que revelan los deseos de mi corazón, pues Él no me juzga, ni señala; Él me escucha con atención.
Este Hombre nunca se equivoca. Es el Autor de las cosas que conozco y también de aquellas que mis ojos no pueden ver.
Él me guía a través de la tormenta, porque sabe cómo caminar sobre las aguas. Él seca mis lágrimas y sustituye mis miedos con pensamientos de esperanza. Él antepone la importancia de mi propósito frente a mi debilidad y me recuerda la belleza de la resistencia a través de las batallas.
Mis errores me derriban, me empujan contra el suelo, pero su misericordia incondicional me levanta de continuo; porque Él no lleva una cuenta de mis fracasos, porque delante de Él soy una página en blanco lista para ser reescrita.
Soy su pieza de cristal, su perla natural, su diamante pulido digno de su vida.
Soy suyo y sólo Él me conoce bien. Él no es cualquier hombre, Él es un hombre extraordinario. Él es Jesús y estoy enamorado de Él.
Su nombre es esperanza, es paz, es sanidad. Su nombre es gozo, es perdón, es la presencia de Dios en nosotros. Su nombre es prosperidad, es vida eterna, es salvación… ¡Su nombre es Jesús, nombre sobre todo nombre!
Te invitamos a que nos acompañes a adorar, a exaltar y a celebrar el único nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. El único nombre en que nuestra vida alcanza la plenitud… ¡Jesús!
Por Maje Arenas